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En alguna parada, un enjambre de chiquilines invadió el ómnibus. Venían de la escuela, y no paraban de hablar y de reír. Hablaban todos a la vez, a los gritos, empujándose, zarandeándose, y se reían de nada y de todo. Un señor increpó a Andrés Bralich, que era uno de los más estrepitosos:
--¿Qué tenés, vos? ¿La enfermedad de la risa?
A simple vista se podía comprobar que todos los demás pasajeros habían sido, ya, sometidos a tratamiento médico, y estaban completamente curados.
Sombríos, graves, esos rostros del Museo de Cera atravesaban la ciudad de Montevideo, de casa al trabajo, del trabajo a casa, a salvo de cualquiera de las locuras que en el mundo acechan.
LOS TUYOS
Has llorado, en secreto, a los tuyos.
Lenta, inexorablemente, los has visto partiralejarse para siempre.
Has sentido, en tu corazón,
el desprendimiento de una rama que cae.Y luego has borrado
las huellas de esas lágrimas,
has contenido, en el límite infranqueable,
los bordes de tu propio dolory lo has devuelto a tu pobre vida,
a los días siguientes, a las horas,
para que permanezca allí.
Ocultocomo una invisible y constantecicatriz.
Juan Manuel Inchauspe
Escritor santafesino :)